Las negociaciones en cualquier ámbito están atadas a “relaciones de poder”, que se complejizan aún más cuando se trata de una actividad medular en la matriz productiva de Chubut y del país, pero que, además, cuenta con salarios exorbitantes que resulta difícil de comprender para cualquier trabajador que no pertenezca al sector pesquero.
Una negociación entre dos partes ya es intrincada, dificultosa y engorrosa. Y cuando en la mesa de discusión hay 17 gremios diferentes que representan a embarcados como capitanes, marineros y maquinistas; a inspectores y observadores; a personal de puerto; y a personal de tierra, el panorama se convierte prácticamente en una utopía.
En la pesca participan al menos 17 asociaciones sindicales a la hora de discutir condiciones y salarios durante la temporada provincial y nacional.
En los últimos 10 años (para delimitar el escenario de análisis) el boom de langostino trastocó el mapa pesquero de Argentina, convirtiéndolo en un recurso estrella que genera empleo, divisas para Nación, un fuerte derrame en la economía local y ganancias millonarias tanto para los empresarios, como para los sindicatos y los trabajadores.
Este escenario pareciera no tener fallas ni fracturas, fundamentalmente porque se trata de un paradigma en el que “todos ganan”. Estados, empresarios y trabajadores.
Sin embargo, el crecimiento exponencial del langostino empezó a exhibir pequeñas rendijas y grietas: una expansión desmesurada y descontrolada. Y en ese descontrol, todos, entre ellos los sindicatos, vieron una oportunidad para tener más injerencia.
LA INTERMINABLE LISTA DE SINDICATOS
Yendo al tema central del análisis, dependiendo el puerto y si la temporada de captura de langostino es provincial o nacional, existen 17 sindicatos con los cuales las cámaras tienen que negociar temas laborales, entre ellos, la principal que es la paritaria.
En la etapa de captura, entre el personal a bordo de marinería en el que se encuentran nucleados el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) y el Sindicato Marítimo de Pescadores (SIMAPE).
En cuanto a las especialidades a bordo (maquinistas y foguistas), la representación recae sobre el Sindicato de Conductores Navales de la República Argentina (SICONARA); mientras que los electricistas y reparadores están bajo la órbita del Sindicato de Electricistas y Electronicistas Navales (SEEN).
En el segmento de “Dirección”, están los capitanes y pilotos de buques pesqueros a través de la Asociación de Capitanes y Pilotos; y el personal jerárquico de buques afiliados al Centro de Patrones y Oficiales Fluviales, de Pesca y Cabotaje Marítimo.
Por último, el personal de mantenimiento de vías navegables se encuentra bajo el escudo del Sindicato del Personal de Dragado y Balizamiento.
En cuanto a los Inspectores y Observadores, la representación está bajo el mando de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).
Con respecto al personal de los puertos, la descarga y operatividad es regenteada por el Sindicato de Empleados Portuarios Argentinos (SUPA); el Sindicato de Capataces y Estibadores Portuarios; y los Guincheros que manejan los amarres.
El personal administrativo y de operatoria lo maneja el Sindicato único de Trabajadores de Administraciones Portuarias (SUTAP); y el Sindicato de Administrativos y Operativos Portuarios (SAOP).
En el segmento “reparación, vigilancia y mantenimiento” aparece el Sindicato de Encargados Apuntadores Marítimos y Afines de la República Argentina (SEAMARA); y la Asociación Argentina de Empleados de la Marina Mercante (AAEMM).
Por último, en la etapa de procesamiento en tierra, se encuentra el Sindicato de Trabajadores de Industrias de la Alimentación (STIA); el Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (SOIP); y el Sindicato de Camioneros.
Todos estos gremios forman parte de la discusión a la hora de que un barco pueda o no salir a navegar. Si alguno falla, se frena toda la cadena productiva y exportadora.
Algunos sindicatos, como pasa en cualquier actividad, tienen mayor injerencia a la hora de trabar o paralizar cualquier negociación con las empresas y cámaras pesqueras. Sin embargo, el famoso “salir a pescar” se encuentra inmerso en un complejo entramado de negociaciones, relaciones de poder y un camino tedioso y espinoso en materia sindical.
Sobran los antecedentes de situaciones en la que la actividad pesquera quedó paralizada porque varios sindicatos aceptaron la oferta, pero uno la rechazó.
Es normal que ocurra que una cámara empresarial acuerde en la negociación el precio del valor de langostino con uno, dos, tres o hasta cuatro sindicatos, pero otro rechaza la oferta y el acuerdo queda tambaleando porque indefectiblemente forma parte central del proceso para que un buque salga a pescar.
Esta situación también genera conflictividad dentro del mundo sindical. Hubo pases de facturas en varias negociaciones en las que dos o tres sindicatos aceptaron la oferta, mientras que un gremio no avaló el acuerdo y los barcos no pudieron salir a pescar.
Hay otro dato que no es menor es este debate: Los sueldos millonarios de la pesca que están totalmente alejados de la crisis económica que afrontan el común de los trabajadores.
Además, cada ciudad tiene su propia coyuntura: Rawson, por ejemplo, no tiene amarradores, pero sí Puerto Madryn. El SAOP opera en Madryn, pero no en Rawson, Comodoro Rivadavia y Camarones.
BREVE REPASO DE LAS CRISIS EN LA PESCA
La pesca en Chubut tiene antecedentes de graves crisis que hackearon el orden público. Puerto Madryn y Rawson son dos ejemplos claros de “motines” que trastocaron la vida política, económica y social en ambas ciudades en los últimos 20 años.
El antecedente más cercano se dio en la temporada provincial de langostinos 2023-2024, en la que predominó una extensa parálisis de la actividad, perjudicando al mundo empresarial, estatal y a los propios trabajadores.
En este último caso, la crisis social tuvo un impacto mucho menor que aquellos ajetreados años del primer gobierno de Mario Das Neves, aunque el impacto económico fue colosal: Miles de toneladas podridas, plantas sin materia prima y un sector funcionando a la mitad de su capacidad productiva.
El STIA que conduce Luis Nuñez se transformó en la ATECh, pero de la pesca. Se peleó con la CAPIP, amedrentaron a empresarios y empleados de plantas pesqueras, se trenzó con la Flota Amarilla y abrió fuego contra el titular de Conarpesa, Fernando Álvarez Castellano, con duras acusaciones que nada tenían que ver con la pesca.
La discusión dejó de ser meramente salarial y por mejoras en las condiciones laborales de los trabajadores, para pasar a un escenario de “arenas movedizas” que es sumamente peligrosa: La pelea por el poder y por demostrar quién tiene la “espalda” más grande.