La pesca de langostino es una de las actividades más exitosas de los últimos años, gracias a reglas claras que priorizaron la calidad y la preservación del recurso. Pero hoy, en medio de conflictos sectoriales y presiones políticas, desde Mar del Plata están empujando una idea que pondrá en jaque la calidad del recurso: extender el plazo de captura de 72 horas para los tangoneros fresqueros. Una medida que, de prosperar, también atentaría aún más el valor comercial de uno de los principales motores económicos de la actividad.
La presión llegó hasta el escritorio del Subsecretario de Pesca de la Nación, el Dr. Juan López Cazorla. Según pudo conocer REDES AL MAR, sectores empresariales de Mar del Plata acercaron la propuesta como una supuesta «salida» al parate que atraviesa hoy la actividad del langostino. Sin embargo, lejos de ofrecer una solución real, la iniciativa amenaza con tirar por la borda años de avances en el manejo pesquero.
El límite de las 72 horas de captura no fue un capricho. Fue, y sigue siendo, una herramienta contra el esfuerzo pesquero para garantizar que el marisco llegue fresco, en buen estado, y que el esfuerzo de la flota no termine desperdiciado.
Acortar los tiempos en bodega permitió mejorar la calidad, reducir el descarte y posicionar el langostino argentino en los mercados más exigentes. Ahora bien, alterar esa norma es como abrirle la puerta al deterioro del producto, justo cuando la competencia del vanamei avanza llevándose todo por delante.
RECHAZO DE PLANTAS Y ARMADORES
Los dueños de plantas pesqueras ya encendieron las alarmas. Con un enojo latente en diálogo con este medio, rechazaron de plano la posibilidad de estirar los plazos. Advirtieron que recibirían pescado en peor estado y que eso afectaría directamente la calidad de las exportaciones. Lo mismo señalaron varios armadores locales: dicen que descargar langostino de más de 72 horas en los muelles es asegurar un derrumbe de precios y arriesgar, incluso, la certificación de la pesquería en aguas nacionales que se espera para este año.
Hoy, con el precio internacional del langostino en baja, cualquier medida que empeore la calidad es un tiro al pie. En un mercado cada vez más competitivo, donde los productos de criadero ganan terreno, el único diferencial que tiene el langostino salvaje argentino es su frescura y calidad. «Si se entrega un producto viejo, deteriorado y con más descartes, el resultado ya lo sabemos, es previsible», señaló un empresario de Trelew.
Más preocupante aún es la lógica detrás de la propuesta. Usar los manejos pesqueros como moneda de cambio para destrabar conflictos sectoriales o para quedar bien con algunos empresarios es una señal de enorme irresponsabilidad. Los recursos naturales no pueden ser rehenes de las urgencias políticas o de los apuros económicos del momento. Las normas de sostenibilidad están para cumplirse, no para ser negociadas a puertas cerradas.
Muchas veces se repitió desde estos puertos que el futuro de la pesca en la Patagonia depende, en buena medida, de decisiones inteligentes y firmes. No de atajos ni de concesiones que solo garantizan un beneficio de corto plazo a costa de arruinar el largo plazo de todos.