Mientras las cifras récord de capturas en el Puerto de Rawson parecen una buena noticia, la realidad en tierra es completamente distinta: la temporada en aguas provinciales podría cerrarse anticipadamente a fin de mes debido a los costos insostenibles que enfrenta la industria. Hay quienes dicen el 30 de enero. Es un rumor que no obedece a la falta de langostino. Al contrario, diciembre dejó capturas récord. Con plantas abarrotadas de langostino y ventas que no avanzan al ritmo necesario, los números simplemente no cierran. Los salarios desorbitantes siguen poniendo en jaque a un sector que, aunque pesca más que nunca, no logra traducir esa abundancia en rentabilidad. Las tensiones laborales se acumulan como los cajones en las cámaras, dejando a muchos preguntándose si el cierre anticipado de la temporada no será, al fin y al cabo, inevitable.
El problema no es nuevo. Desde hace tiempo, los costos altos pesan fuerte sobre el sector. A esto se suma una inflación en dólares que no acompaña al dólar paralelo, lo que complica aún más los números. Y aunque biológicamente fue posible comenzar la temporada antes de lo habitual, hoy el resultado parece haberse vuelto en contra. Las plantas están abarrotadas de stock, mientras la parte comercial avanza a paso lento sin poder vender al precio que ofrece el mercado. O peor aún: plantas que logran colocarlo en el mercado, venden todo el stock, pero quedan en números que rozan los negativos por los altos costos laborales. La historia es conocida, pero merece ser repetida: un estibador gana 1 millón de pesos por día.
La confusión general está en interpretar los récords de descarga como un éxito rotundo, tapando la realidad detrás, cuando el verdadero desafío empieza en procesar el langostino, industrializarlo y exportarlo a valores competitivos. El langostino entero, hoy por ejemplo, tiene una demanda específica, con líneas directas de comercialización a un nicho de mercado que lo espera. Ahí están las grandes firmas. Pero el de cola, que es gran parte del volumen, tiene serias dificultades de venta por la estructura de costos.
El punto de inflexión es claro: si las ventas no se aceleran y los números no cierran, algo tendrá que ceder. El temor no es solo un cierre temprano de la temporada, sino el posible colapso total de una industria que, de no encontrar soluciones, podría paralizarse completamente.
Nota al paso del panorama actual, es la aparición de langostino de menor tamaño en las subáreas del sur, que llevó a cierres temporales en esas zonas.
Frente a esta tormenta perfecta, las soluciones empiezan a discutirse en Rawson hace tiempo. Algunos sugieren revisar los convenios colectivos de trabajo, como está haciendo el sector sojero. También se habla de ajustar los precios de referencia de la materia prima, con valores internacionales que hoy parecen inamovibles. Otros apuntan a la estructura de costos: si baja el precio del langostino, debería bajar también el transporte, la estiba y otros servicios relacionados.
Sin dudas hay una discusión que no se termina de dar. Quizás porque algunos no quieran, no entiendan o no se pueda. O quizás porque se intenta tirar lo más que se pueda. Hasta que se rompe.
Lo cierto es que el rumor del cierre anticipado está corriendo más rápido que las ventas. Y más de uno se va a agarrar la cabeza cuando a fin de enero tenga que liquidar el mejor sueldo del año para pagar el aguinaldo que regala enero. Mientras tanto, las redes al mar.