“Nosotras ya no somos una estadística, somos una realidad”, aseguró. Afirmó que se necesitan leyes para promover que cada vez suban más mujeres a trabajar en los barcos.
No es cualquier mundo: es el mundo del mar, en dónde los puestos de trabajo fueron y siguen siendo reservados exclusivamente para los hombres. Ahí fue dónde luchó por insertarse hace 20 años Andrea Calivar (47), una marinera de la ciudad que asegura que, a pesar de los avances que se promovieron en las últimas dos décadas, sigue siendo “un paño machista”.
Al ser consultada sobre los motivos para elegir esta profesión, vedada a las mujeres, aseguró que lo hizo por su manera de ser, independiente, y por sus ganas de querer progresar. Además, parte de su familia está ligada al mar. Empezó a navegar en el 2002, cuando terminó el curso, a sus 27 años.
“Fue muy, pero muy difícil insertarme en esa profesión. Era difícil en aquellos tiempos, hace 18 años, y sigue siendo igual. Me costó mucho. Pateaba el muelle, que es como comúnmente se dice cuando el marinero sale a buscar trabajo, me costó mucho”, recordó en diálogo con EL CHUBUT.

Subió por primera vez a una embarcación gracias a su irrefrenable fuerza de voluntad y a la ayuda del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU). Ni las cámaras, ni los empresarios, ni los armadores: nadie quería mujeres a bordo. “Es un paño bastante machista y lo sigue siendo, si bien ahora hay un poco más de posibilidades, sigue siendo muy difícil para la mujer trabajar a bordo”, opinó Calivar.
Una de las excusas que utilizaron para negarle una oportunidad es que las embarcaciones no están preparadas para recibir mujeres, que sólo lo están para los hombres. “Eso lo vengo escuchando hace 18 años. Nosotras ya sabemos que los barcos no están preparados y que nunca los van a preparar, porque un empresario no va a gastar dinero en un barco para que suba una mujer”, sostuvo.
UNA REALIDAD
“Hoy hay muchísimas mujeres marineras, enfermeras navales, maquinistas, engrasadoras, cocineras, mozas, jefas de máquina, capitanas: nosotras ya no somos una estadística, somos una realidad. Entonces hay que empezar a concientizar”, sentenció Calivar, quien convocó a que “se sienten los muchachos de las cámaras y los gremios para tratar este tema con mucha seriedad, que haya un cupo de mujeres a bordo pero que lo ocupen por capacidad, no porque te impongan que tiene que haber tres o cinco personas”.
Según dijo, deberían existir más mujeres a bordo y para eso lucha, al igual que lo hacen dos de sus amigas, que son oficial y capitana, Nancy Jaramillo y Susana Benítez. Cabe recordar que, el año pasado, Jaramillo contó su experiencia a otro medio asegurando que para llegar a dónde está y continuar ganándose la vida como marinera sufrió “todo tipo de abusos e insultos”.
Habitualmente, la cantidad de mujeres que se lleva en un barco depende del objetivo que tenga esa embarcación. Cuando son barcos factorías pueden llegar a haber entre dos o tres mujeres y entre 40 y 45 hombre. En el barco en el que trabaja Calivar es la única mujer entre 30 y/o 35 hombres.

SE NECESITAN LEYES
“Estuve en una agrupación de mujeres marítimas que peleábamos y hacíamos ruido por todos lados, pero si no tenemos ninguna ley que nos ampare no sirve de nada”, expresó Andrea, y añadió: “Podes hacer ruido, se pueden empezar a insertar mujeres a bordo, pero si no te da bolilla un gremio, no te dan bolilla los armadores, no te dan bolilla las cámaras… tenemos que tener un respaldo legal para subir a bordo”.
Según su propia experiencia, desde que comenzó a trabajar, hace más de dos décadas, “no ha cambiado nada”. “Muchas de las que estamos hoy nos hemos ganado los puestos así: trabajando contra viento y marea. Y, aparte, quedar efectiva en otra empresa, que eso es otra cosa”, advirtió.
En tal sentido, los hombres también sufren, según Calivar, el malestar producido por la inestabilidad laboral existente en el mundo del mar, porque los hacen subir a un barco, les dan dos viajes y los bajan. Andrea considera que “cuesta muchísimo” tener un trabajo efectivo en una empresa.
Hace dos semanas Calivar se mudó de Madryn a Mar del Plata y comenzó a estudiar en la Escuela de Pesca. Está haciendo la carrera de Piloto de Pesca y asegura que está “con todas las expectativas y la garra” para poder cumplir con esta meta y seguir creciendo profesionalmente.